La Sagrada Familia de Barcelona no es solo un templo, es una obra maestra viva que fascina tanto a turistas como a barceloneses.
Su espectacularidad visual añade más fuerza a su gran carga simbólica espiritual. Además, para los visitantes extranjeros, saber que esta obra faraónica lleva más de 140 años en construcción añade misticismo a la experiencia. Para los habitantes de Barcelona, el templo es parte de su identidad que, a pesar de su familiaridad, sigue sorprendiendo con nuevos detalles y perspectivas.
El estilo arquitectónico de la Sagrada Familia no se asemeja a nada más en el mundo. Los detalles orgánicos, las formas naturales y las fachadas que parecen esculpidas por la propia naturaleza tienen un efecto hipnótico en quienes lo contemplan. Creo que todos quedamos igual de fascinados por cómo la luz, el clima y la perspectiva cambian constantemente la apariencia del templo.
Es difícil que la primera vez que entres en la basílica no se convierta en un momento inolvidable. Hay detalles allá donde mires y, si vuelves a mirarlos seguro que encuentras alguno nuevo. Es como si la construcción fuese fractal. Los juegos de luces y sombras, sobre todo al atardecer, le dan al templo una atmósfera casi mágica.
Supongo que será por todo esto y muchas otras cosas más que esta zona tiene tanto atractivo y que el summum del barrio es poder vivir en un apartamento con vistas al templo, para poder seguir contemplándolo en todo momento.
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edición: Jolanthe Paris